Creo que es necesario despojar a los objetos de todo aquello que no cumple función alguna en ellos, llegar a la esencia de su uso y entonces podremos apreciar su verdadera belleza como sustenta Loos en “Ornamento y delito”. Todo lo que se añada a eso no sólo lo encarece, sino que oculta su verdadera función. Las vigas de madera en una casa antigua tienen una misión, sustentar el techo que nos cubre, son bellos porque se muestran como son, si añadimos ornamento le estamos despojando de su función, no como creía Venturi que el ornamento le daba significación cuando el objeto ya por sí solo tiene significación propia.
Adolf Loos manifestó su opinión hacia el ornamento. El ornamento es algo banal, un añadido inútil que tan sólo aumenta el coste y no el valor. El ornamento encarece al objeto pero, en cambio, se vende a mitad de precio en comparación con otro producto de igual coste material (“el objeto liso”). El objeto no ornamentado supone la reducción de horas de trabajo, mayor producción y un consecuente aumento de sueldo, en cambio, el objeto ornamentado, supone una fuerza de trabajo, salud, material y capital desperdiciado. “Ornamento es fuerza de trabajo desperdiciada y por ello salud desperdiciada. Hoy significa material desperdiciado y ambas cosas significan capital desperdiciado”.
Solo se guardaron las cosas ornamentadas y lo que se había creado antes fue despreciado y se destruyó. Por ello Loos piensa que el ornamento es un delito y solo produce un retraso: “Los rezagados retrasan la evolución cultural de los pueblos y de la humanidad, ya que el ornamento no está engendrado sólo por delincuentes, sino que comete un delito en tanto que perjudica enormemente a los hombres atentando a su salud, al patrimonio nacional y por eso a la evolución cultural”. Al guardar solo los objetos ornamentos se dejaron atrás los objetos lisos como los define Loos y eso produjo un atraso en la sociedad que nos llevo a la orientación de todos los objetos cotidianos.
De todas formas, no hay que confundir la ausencia de ornamento con la renuncia a la decoración. Hay que ver las cosas en su función sin ornamentos ni florituras que nos ocultan su verdadera naturaleza y nos muestra una realidad que no atiende a esa naturaleza del objeto en sí. El ornamento no proporciona significado ni esencia al objeto solo produce un encarecimiento del mismo y un retraso en la sociedad. No es necesario un letrero ornamentado que le dote de significado porque el objeto ya por sí solo lo contiene. Hay que librase del ornamento gratuito, el que oculta la realidad material de las cosas y no nos permite ver su hermosura.
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